miércoles, 7 de octubre de 2009

En manos de Tolkien

Supongo que si allá por el mil novecientos treinta y siete, alguien le hubiera dicho a Tolkien la repercusión literaria que iban a tener sus obras, no se lo hubiera creído. Pero así fue, El Hobbit, que empezó siendo un cuento para sus hijos, se convirtió en el preludio de uno de los libros mejor escritos de la historia, inspiración de muchos y objeto de culto para muchos más.

Es curioso, pero creo que es complicado no conocer a una persona que tenga a “El Senor de los Anillos” como su libro favorito. Tal vez no lleguen al grado de frikismo de algunos, que son capaces de recitarte el árbol genealógico de los Eldar de memoria. Pero si que guardan muchos recuerdos de él y de “El Hobbit”. Más curioso me parece, que tantos años después, un libro que pasó dificultades para ser publicado por su “excesiva extensión”, un libro venerado casi como una religión, no sólo fuese adaptado al cine, si no que fuese bien adaptado. Tal vez el secreto estuvo en la pasión que despierta Tolkien, pasión que se puede palpar en la cámara de Peter Jackson, en la interpretación de Mckellen, de Lee, de Serkis… Incluso del staff técnico que, como se puede ver en los making off de las películas, iban locos por hacer cameos, ¿Qué más daba ser un elfo de Lothlorien que un orco de Isengard? Lo importante era estar ahí, dentro del mundo de Tolkien, la verdad es que, vivir dentro de ese mundo aunque fuera por unos instantes y “de mentira” debió ser la hostia en verso, y se notó. Se notó que en el público había hambre de Aragorn, de Frodo, de Gandalf. Tanta que, hasta los snobs se callaron la puta boca y no nos amargaron mucho con sus “pero en el libro…” Tal vez porqué la esencia estaba ahí, en aquella pantalla.

Evidentemente, el filón Tolkien tenía que explotarse más y comenzó la sempiterna batalla por la pasta (que es a lo que auténticamente se reduce la lucha de los derechos de adaptación). Después de muchos desmentidos, se anuncia que se hace la película, la gente vuelve a ponerse su traje de elfo, de hobbit, de Orco. Tolkien va a volver de la mano de uno de los directores más “fantásticos” del panorama actual, Guillermo del Toro. Esto promete… pero… La historia se complica y le encarga a Tolkien una misión difícil de explicar. Ahora, Bilbo, Thorin, Gandalf, Elrond, Samug y compañía, no sólo van a hacernos soñar de nuevo con mundos distintos, con la magia de una aventura, sino que les toca la “sencilla” misión de salvar una fábrica de sueños. Sí… la Metro está en quiebra técnica, no tiene pasta. Raro, ¿verdad? Peeeeeeeeeeero, en estos tiempos oscuros, la historia le hace un guiño a Tolkien. Cuando el señor oscuro de la pasta quiere acabar con un mito del cine, con una fábrica de sueños, su fantasía, sus personajes, su mundo, es la clave de todo. Han conseguido una prórroga en los pagos con la esperanza de que estas dos películas puedan devolverles el dinero suficiente como para salir adelante. Curioso verdad… Esta vez no será Aragorn el guerrero de la esperanza, lo será Bilbo, el que lo empezó todo, ese pequeño Hobbit que, cuando salió de casa, no sabía la que le esperaba. Lo mismo que, cuando se comenzó el proyecto, nadie imaginaba lo que se avecinaba.

La verdad, me hace gracia que incluso el gran James Bond, esté en manos de un Hobbit, pero después de todo, Tolkien lo quiso así. Será por algo ¿no?