viernes, 17 de julio de 2009

Los Ochenta

Hay muchas cosas que, francamente, me tocan los cojones de una forma brutal. Una de ellas es la hipocresía, otra, hacer leña del árbol caído; ya, si se unen las dos, imaginad. Lo malo de todo esto es que, los opinadores oficiales de éste bendito país, ya llevan unos cuantos días tocándome mucho los cojones. La verdad, no sé dónde perdimos el norte, dónde nace tanto odio y dónde se guarda tanto rencor. Pero no fue nuestra culpa, me explico:

Allá en los ochenta, después de que el enanísimo nos dejara a todos en paz habiendo hecho de España un país hambriento de muchas cosas materiales y culturales, hubo una vez una generación excepcional. Se empezaron a escribir libros, a hacer canciones, cine, a salir de juerga nocturna, a vestirse como a cada uno le salía del cojón sin más y al que no le gustase que no mirase, a acostarse con quien te diera la realísima gana y sí, también a meterse de todo para el cuerpo, qué pasa.

La verdad es que me hace gracia ver como ahora, cuando apenas han pasado quince años de todo aquello, tengamos que aguantar sermones en los medios de comunicación sobre lo mal que lo hicimos, a la vista de unos supuestamente desastrosos resultados. ¿Desastrosos?... Supongo que, ahora en pleno apogeo de la sociedad de la información, cuando los que fueron hijos se han convertido en padres, se hace difícil entender tanto embarazo no deseado, tanto yonki por las calles, tanta víctima del SIDA y, la auténtica peste de aquellos años, tanta vida perdida en el asfalto.

Pero a todos aquellos profetas del decoro, las buenas formas y la vida sana. Me gustaría contarles un par de cosas.

Cuando nosotros teníamos dieciséis años, si te pillaban con un condón en la cartera, te quedabas un mes sin salir de casa y tus padres montaban un zipifostio del copón charla estilo “pero tú con clase de fulanas vas por ahí” incluida. Si la portadora era una mujer, no la volvías a ver el pelo hasta los treinta, que sería cuando le levantaran el castigo. De la cara que te ponía el farmacéutico cuando le pedías una caja de condones, mejor ni hablo… Te sentías más culpable que el Lute y Dillinger juntos… Con todas estás facilidades y, teniendo muy claro que un calentón sexual es algo incomprensible a esas edades… Vamos que lo raro es que no se quedara preñada hasta la gata de mi tía…

Cuando nosotros teníamos dieciséis años, los efectos de las drogas no eran tan conocidos y, total, entre que los porrillos no te dejaban la piel blanquecina, y que por un pico no se enganchaba nadie, qué mal había en probar. Uniendo a todo esto, que la farlopa era carísima para nuestros maltrechos bolsillos, pues sí la heroína se llevó a muchos por delante. Lo raro es que no fuera a todos y cada uno de nosotros.

Cuando nosotros teníamos dieciséis años, si había química entre dos personas, fuera cual fuera su orientación sexual, teníamos la fea costumbre de pegarnos un buen revolcón en donde se pudiera. Si además ella tomaba la píldora, para qué el preservativo, si era una pareja homosexual, para qué el preservativo, si te habías ido de putas, para qué el preservativo. Si lo unimos todo, nos damos cuenta de que, si conocías a una mujer atractiva que tomaba la píldora cuyo marido además era homosexual, pero se iba de putas con los amigos para cubrir las apariencias, podías no usar condón (mayormente, el crío, que era el peligro, iba para el marido) pero te podías contagiar de SIDA porque gracias a esa honestidad social de la generación anterior. Ni el gato sabía dónde metía el pijo su marido, o quien se lo metía a su mujer que, para más inri, iba pelo salida y las casadas siempre han tenido su morbo. Vamos que lo raro, es que quedáramos alguno vivo.


Cuando nosotros teníamos dieciocho años, no sólo no teníamos un coche nuevo esperándonos en casa el día que habíamos aprobado el carnet de conducir, sino que no teníamos ni coche, mucho menos uno con barras laterales de protección, chorrocientos airbags, control de tracción electrónico para evitar derrapes, dirección asistida, buenas carreteras y, para mas cachondeo, el cinturón de seguridad, aparte de incomodísimo, no era obligatorio. Nosotros íbamos en un R-5 o R-6, un 127 o un 124, un escarabajo, un 600, cualquier birria de esas valía porque tenía cuatro ruedas y un volante. Claro está, entre que no había tanta autovía, que el coche estaba hecho un cristo y que tú, sabías cuando adelantar (pero no cuando te la jugaba un bache o la dirección del coche), lo raro es que no se dejara los sesos en el asfalto más gente.

Con todo y con esto, me gustaría que, antes de soltar cosas como que la época de la “movida” fue un fiasco generacional, esta cuadrilla de envidiosos tenga en cuenta que, a nosotros, nos tocó abrir muchos caminos inexplorados, nos tocó enfrentarnos a problemas que nadie sabía como enfrentar, nos tocó aprender a hostias, dejando atrás en el camino a mucha gente que merecía la pena, que se equivocaron porque decidían ellos, ni la tele, ni los padres, ni el gobierno, ELLOS, sin guías ni consejeros, tan sólo con su mente y raciocinio como arma. Con todo y con esto, mal que les pese a estos acojonaos de la vida, muchos estamos aquí vacilando tanto de lo que hemos vivido, como de lo que nos queda por vivir. Francamente, ahí sus den.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me simpatiza la entrada. Joder, me hubiera gustado muchísimo nacer diez años antes y haber vivido todo eso. Snif.

Carlos dijo...

Te hubieran gustado, sí. Pero ya te digo que eran años en los que, caminar por el filo del abismo, era lo más normal del mundo. Eso es tierra de valientes, que no se le olvide a nadie.

Templar dijo...

Coincido con paraisosdesiertos en que me hubiera gustado haber vivido aquella época. Digan lo que digan, y pese a quien le pese, esa época fue fundamental para España para abrir mentalidades y mundos inexplorados. Es parte de lo que hoy somos y de lo que seremos.

Anónimo dijo...

Joder, erais una auténtica lacra. Deberíais haber muerto todos.Por vuestra culpa ahora con 12 años los chavales beben, follan y fuman. Tenéis la culpa de todo, hasta de la crisis, que seguro os excedisteis.

En fin, no es nada nuevo esto Carlos...Ojalá por aquel entonces no hubiera sido un proyecto de Jorge.