sábado, 4 de abril de 2009

Quien te ha visto amigo y quien te ve

Como te va la vida
A mi me ha ido bien
Tan lejano el paraíso aquel…

Es curioso como una letra como esta, netamente treinta añera, se convirtió en una de las canciones más cantadas por los adolescentes allá por los ochenta. Tal vez, esa década prodigiosa de la música (la cual se encargaron de joder los negociantes, faltaría más, van a dejar algo vivo estos…) fue tan prodigiosa porque en su día gustaba pero, con el paso del tiempo, no sólo se entiende mejor, si no que se sufre en las carnes propias o ves como se hace en las ajenas.

Supongo que llegados a ciertas edades (y no agoreros, no, ni me siento viejo, ni he pasado los cuarenta, ni creo que eso vaya a ser un trauma para mí) da cosa ver como alguien fue capaz de poner música a ese tipo de momentos en los que te reencuentras con amigos del pasado. Tal vez, y sólo tal vez, de más cosa ver como a esos amigos la vida no les ha tratado como se merecían, o pudiera ser que sí lo haya hecho, pero nuestra amistad hace que no queramos verlo. El caso es que esto da muchas vueltas, tantas que, cuando sentado en una terraza miras a tu derecha, donde antes había un triunfador, mujeriego empedernido, juerguista hasta la médula, ahora ves a un hombre un pelo maltratado por las circunstancias, delgaducho, solitario, incluso me atrevería a decir que con un cierto halo melancólico rodeando su cada vez más desarrollada calva. Pero miras a tu izquierda y ves que donde antes había una loca peligrosa, maziza como ella sola y, con su sempiterna y deslumbrante sonrisa en la cara, ahora te has encontrado con una mujer enormemente seria y responsable, metidita en carnes y, con la sonrisa más leve de lo aconsejable; tanto, que me atrevería a decir que lo que antes deslumbraba, se ha convertido en una mueca satírica incómoda de ver para quien antaño la conoció. El rayo de esperanza, te lo da mirar al frente y ver como un loco juerguista, enamorado de la vida, que a la chita callando ligaba de cojones el mamonazo, sigue siendo eso, un loco juerguista, enamorado de la vida, aunque, esta vez, a la chita callando, se lo pasa de puta madre con su pareja. Con menos pelo, con mas canas, pero está igual de colgao el tío.

La sonrisa irónica y, tal vez, el por qué de esta parrafada, vino cuando ese loco me hizo a mí ese análisis, aunque más resumido “si no fuera porque te falta algo de pelo y la barba va siendo más blanca que negra, estás asquerosamente igual, pedazo de cabrón”.

De toda esta gilipollez, se pueden sacar varias conclusiones.

La primera que mi amigo es un deslenguao del quince (y bien que hace).

La segunda que, de un grupo de cuatro adolescentes en el que, dos se iban a comer el mundo, y dos se lo pasaban de puta madre estando en este mundo; a dos se los ha comido el mundo y, a los otros dos, les está sentando de puta madre vivir en este mundo.

La tercera, que es buena idea cambiar de tema cuando cuatro personas son conscientes de que dos de ellas han cambiado demasiado y no para bien.

Espero que vuestro camino sea el segundo porque, algo me dice, que todo aquel que se obsesiona con triunfar, acaba fracasando, tal vez porque en esta vida, el truco esté en querer vivir y no en querer triunfar.

Con todo y con esto, que tengan cojones los triunfitos e intenten hacer canciones para que las escuchéis dentro de 20 años y se os ocurran estas gilipolleces… a ver si son capaces…

dedicated, to Minerva en su primer blogversario

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues no, no son capaces porque sólo piensan en vender algo hoy y que mañana ya se pase de moda para vender algo nuevo. No tienen ni puta idea.

Al final vivir y triunfar son sólo puntos de vista.

Gracias guapo :*

Anónimo dijo...

Obsesionarse con triunfar, con estar por encima de los demás, con ser el mejor, hace que no consigas lo más sencillo: vivir la vida.

Y qué cojones, carte dor, o carpe diem, o esas cosas tan bonitas que se dicen de vivir el momento presente.