lunes, 1 de junio de 2009

Escapada

Bueno, supongo que a estas alturas, todos habéis escuchado alguna vez eso de “necesito una escapadita”. Cosa que está muy bien, uno se relaja… Estooo. ¿Dije relajarse? Bueno, tal vez se pueda lograr eso, pero no cuando, precisamente para no estar todo el finde preocupado por el coche, decides dejarlo en casita. Pero lo que es viajando en esa maravillosa combinación de autobús más avión… Leches te vas a relajar… Ya puedes hacer lo que quieras, planificarlo como quieras, darte el tiempo que quieras… Que “la fauna ibérica” se encargará de que vayas estresao toda la puta mañana… ¿qué no?... pues os cuento:

Uno que se creía veterano en estas lides, se planta delante del pc a mirar los horarios del bus (por aquello de que es el primer sitio a donde vas a subir) y llega a esta conclusión “vale, si el bus llega sobre las 10:10, le meto media hora más por imprevistos, otros cincuenta minutos de llegada al aeropuerto (también con imprevistos incluidos), una horita mas por aquello de que no te cierren el vuelo y quince minutos más por los super imprevistos… Sumo y… sí, con que me pille el avión a eso de la una menos cuarto, yo pa mí que se tiene que liar gorda para que no llegue…

¿Cual es el craso error que comete uno en esta planificación? Desconocer absolutamente la fauna ibérica existente en el ecosistema del viaje… Para empezar, uno se mosquea con que en nuestro bendito autobús ponga un cartelito de “ruta” (para los legos, eso quiere decir poco más o menos que, pueblo que vea, pueblo al que se mete) y aquí nos encontramos con los primeros habitantes peligrosos del ecosistema, el “conductoris lentus de cambius” y los “pasajerus onde ta la pasta”. Los sucesivos encuentros entre estos especímenes, te van poniendo de los nervios, más aún, cuando en un ataque de estulticia suprema miras el reloj y te das cuenta de que has recorrido cincuenta kilómetros en una hora de viaje… (la vespino de mi amigo el Rocky tiene más años que yo, y pa mí que con eso se atreve…). Ahí como buen gilipollas echas cuentas y dices “su puta madre, a esta media llegamos a madriles a… ¡¡¡LAS 11:40!!!” después de que haya cundido el pánico pensando que no llegas antes de que cierren el vuelo, das las gracias al cielo porque nuestro querido conductor de primera… acelera, acelera… y vaya que si acelera… Porqué se ha acabado la zona de ruta eso sí, pero el tío, cual Miguel Indurain desatao en una contrarreloj del Tour, le va comiendo tiempo al tiempo, se va acercando a Madriles, tú vas dejando de jurar en arameo antiguo… Y cuando pensabas que la cosa quedaría en llegar sobre las diez y veinte como muy tarde… Asoma la gaita el puto “lobus m-30”, animal salvaje donde los haya que, sin que te des ni puta cuenta, rodea tu vehículo echando hostias, lo detiene y te acojona a base del terrorífico sonido del claxon aderezado con los “cago en su padreeeeeeeeeeeeeeeeeeeee”, tan típicos del tráfico madrileño. Justo quince minutos después, el puto lobo de los cojones, hace ya el favor de soltar tu autobús y dejarte seguir camino… (total, el lobus ya se comió todo el tiempo que se quería comer). Te acercas al final de la primera etapa… te cambia la cara cuando por fin para el trasto en el sitio, bajas a toda leche en busca de tu equipaje (una jodía bolsa de mano, que te vas pa un finde) y sales disparado para el metro y aquí… Flipas.

Tú, pobre ignorante, creías que ya había pasado lo peor, que el metro es tu salvación… Pero es que no contabas con el siguiente bicho, el “conductoris caraja”, este es la hostia, el tío tarda un minuto en llegar a una estación, y se queda allí tres esperando a que se suba, a que se suba, a que se suba… cagón la hostia puta ¿a quien esperamos? Si se ha subío ya hasta el gato de mi abuelaaaaaaaaaaaaaaaaa, mírale si está ahí al fondo cachondeándose de mí porque no llego y me voy a quedar sin findeeeeeeeeeeee (notese que los tiempos son exactos, tenía que elegir entre cronometrar o cargármelo de una leche e ir al trullo). Después de prepararte tal cisco horario, te bajas de allí tirando para la famosa T4 de los cojones como una puta bala y, oh Dios mío, te encuentras con el siguiente bicho… el “Gallardonis agarratis” y su puto peaje de los cojones, que no vale el bonometro, que no… que para atrás como los cangrejos para sacar el puto ticket mientras el tiempo va para adelante como las flechas… El caso… miras el reloj, ves que la cosa está jodida pero no imposible y… ahí conoces a los “Maletus gigantis”. Como se nota que aquí ha cundido el pánico con eso de la crisis, porque macho, en este país ya no se queda ni el gato, va to Dios por el aeropuerto con unos pedazos equipajes que es que esos tíos no piensan volver aquí ni de coña, la virgen santa, para eso que le pongan ruedas al armario y tiren para adelante… Pero bueno, el caso es que estos personajes van en fila india con los carritos T4 para adelante y con una tranquilidad que ya te va mosqueando… Tú, pardillo de ti, decides adelantarlos por la derecha (meterse entre ellos es imposible, el equipaje acaba justo en el culo del de adelante) buscando el mostrador para la tarjeta de embarque (a la maquina, yendo tan justo, ni te arrimes, que ya no funciona)… Y aquí conoces al bicho más peligroso del ecosistema y con diferencia “el hijo puta del carrito”, que es que lo es y con ganas. Tu le ves a lo lejos, notas que te ha visto, que se ha fijado en ti, en tu mente crees que el tío no te va a putear, no ves el motivo, pero el caso es que, cuando llegas a su altura, el hijo la gran puta te embiste con el carrito de los cojones a la altura del tobillo y tú pegas un brinco de tres pares de huevos pa esquivarlo mientras gritas “arbitro penaltiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii” pero el cabrón no lo pita porqué no te ha roto le pierna (joder, pero lo intentó, que me vio venir, que lo sé yo). Ahí te entran las dudas razonables entre darte media vuelta y hacer que “el hijo puta del carrito” esté cagando dientes tres meses por lo menos, o ser sensato y sacarte la jodía tarjeta de embarque…

Al final eres sensato… Y te sacas la tarjetita de los huevos mientras horrorizado ves en el monitor las palabras “last minute” (o algo así, vamos que llevas la hora pegá al culo fijo) Total, que sales espitao pa la puerta “J-algo”, sigues espitao, te espitas más todavía, te sale humo de las suelas espitadas y no ves la puta puerta de las narices. Que ya cuando la localizas ahí a tu izquierda te entran ganas de seguir andando y decirle a la tripulación que no se moleste en llevarte. Total, con lo que llevas andado, tiene que faltar muy poquito para llegar. Pero vamos, aunque te vayas a Tegucigalpa, me cagon la…

El caso es que ya te ves invencible, te has montado en el avión, has llegado a tu destino, ya nadie puede impedir que llegues a tu esperado hotel a la hora pactada… Salvo el último bicho que faltaba por aparecer el “cabronibus del cercanías”. Este elemento, al mando de su tren, ve como sacas el billete en la puta maquinita, como vas acelerando para entrar el tren junto a unos cinco prójimos más y… en un alarde de civismo, el so cabrón (que al igual que “el hijo puta del carrito”, te ha visto de lejos) intenta cerrar las puertas. Ahí ya te salva la coordinación con el resto de viajeros; un inglés se tira como un león a por una puerta, tú como un jabato a por la otra, abres aquello, entran los demás y tú te metes ahí de milagrito. Pero ya pasas de cabrearte, ya lo has logrado, ya si que no hay forma de cagarla… Hasta que el cabronibus para el tren, supongo que para que la peña observe el hermoso paisaje que nos rodeaba… usease… La hierba, y encima de la que no se fuma… Eso sí, tú, para no perder los nervios a última hora te dedicas a verla crecer para relajarte, total, la media hora de retraso final (que el acumulado entre fase y fase ya se ha salido del mapa) no te la ha quitado nadie. Cuando arranca te vas temiendo la siguiente, pero, por fin, no pasa nada más y llegas a tu destino; más estresao que el conejo de Alicia (el de cuatro patas, que os veo venir, mal pensaos) pero llegas… Y ahí ya, cuando la persona que te estaba esperando te mira e inocentemente te dice “pareces estresado”… No sabes si contarle toda la odisea porqué lo mismo esto sólo ha sido el comienzo (que ya te estás temiendo el viaje de vuelta). Con lo cual, aparte de acabar pensando que, a este paso, vas a necesitar unas vacaciones de la escapada, decides darle un besín y soltar la famosa frase del “si tú supieras… si tú supieras…”

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ohhhhhh!! decides darle un besín!! qué ternura!! XD jiasjiasjias tengo que pillarte por msn pa que me lo casques todo xD

Un besín, Xellos :P

Templar dijo...

¡Eres un llorón! Eso pasa en todos los viajes... y siendo tan perro viejo (taaaaaaaaaaaaaaaan viejo sobre todo), me extraña que no lo sepas de antemano :D

Anónimo dijo...

Qué hijoputa el Templar xD ni caso que estás hecho un chaval ^^

Anónimo dijo...

Nada, viajar fuera de la Comarca tiene sus riesgos...Y coincido con Templar, eres como Gandalf el Blanco, y no por la sabiduría sino el pelo ^^